Por Sergio Fares
Hoy soy una de esas miles de personas que han sufrido la pérdida de un ser querido en esta terrible pandemia.
Se fue mamá, con sus 79 años, con la ilusión de que la vacuna que se había aplicado 20 días antes del contagio, la protegería. Con todos los cuidados posibles durante más de 14 meses no tuvo la suerte, o tal vez el tiempo, para que la vacuna hiciera efecto. O tal vez entró en el porcentaje que la vacuna no cubre.
Pero me quedo con esa frase que me dijo ya hace unos meses: ‘de lo difícil siempre se sale con amor, nunca con odio’. Por eso, a pesar del dolor, soy un convencido de que es el amor el que nos va a permitir sortear este difícil momento.
Lamentablemente muchos no lo entienden así y solo vemos un camino difícil que, atravesado por el odio, no presagia un buen final.
No es posible salir adelante desde la búsqueda permanente de culpables, de levantar el dedo acusador ante aquellos que se apropiaron de vacunas, explicando que tal vez en virtud a su aporte a la sociedad, la merecían. Solo tenían que decir que fue el miedo lo que los hizo equivocar. El miedo que todos tenemos a morir algunos lo podemos controlar y otros no. Seguro contarán con el perdón de Dios, yo no los juzgo.
Ya mamá, seguramente enferma, los perdonó. No reclamará por la tardanza de su vacuna, solo dirá, como aquellos que creemos en Dios, que llegó el momento de partir con la tranquilidad y la paz de mantener la dignidad hasta el último suspiro.
Pero seguro en su grito, y en el de miles que día a día trabajan por salir adelante, solo se escuchará: ‘DEJEN DE PELEAR, SOLO CONSIGAN VACUNAS’.
Lamentablemente y con el dolor por la pérdida, comenzó otro camino.
Todavía me parece recordarla cuando depositamos el cuerpo de papá en su última morada, mirando si en ese nicho había lugar para ella. Solo la miré y le dije: ‘mamá es doble’.
Fueron 55 años juntos, fueron 3 hijos, 3 hijos políticos y 7 nietos los que los pudieron disfrutar a ambos. Ese era su último deseo: descansar junto a quien compartió toda su vida.
Lamentablemente la irracionalidad de este virus y el miedo que generó se trasladó a los lugares de decisión. Las medidas que se tomen también se han tornado irracionales. Que Mar del Plata sea la única ciudad que conozco que no respete la última decisión de una persona, una de las más sagradas, que es la de elegir dónde pasar su descanso eterno, no tiene sentido, más aún existiendo un protocolo provincial que autoriza la elección.
Esa ordenanza, de vieja data, que obliga a la cremación de un cuerpo contra el deseo póstumo y sin ningún sustento científico que así lo indique me genera una profunda tristeza, que sea mi ciudad a la que amo, que a través de sus autoridades no corrija esta irracionalidad.
Siempre se está a tiempo de corregir un error. El último deseo, si no genera daños a terceros, no se le niega a nadie. Ojalá Dios los ilumine para corregirlo, si no fuera así, ojalá Dios los perdone.
Mamá, te prometo que vas a descansar en paz.